Esperanza Marroquín
A veces me pregunto ¿qué sería la vida de
un profesor sin sus estudiantes???
Pues los hay de todos los tamaños, genios,
colores…
Algunos muy juiciosos que llegan muy
temprano a clase, que sacan su cuaderno, muy listos, muy prestos, muy respetuosos…
Los hay algunos muy malcriados, que
siempre llegan tarde y cuando llegan se hacen sentir porque desbaratan todo, no
pueden callarse, menos quedarse quietos… los que nos hacen rabiar… los que nos
exigen enormes dosis de paciencia… esos que ponen a prueba la tolerancia y aun
preguntan: ¿perdón, me habla a mí? ¿Acaso
no soy el mejor de la clase, profe?
Hay otros cabizbajos, callados, como si no
pudieran decir palabra… cuando se les llama la atención no se defienden y
pareciera como que viven en una burbuja de la que no quieren deshacerse.
Unos son comilones… comen y comen y nunca
se llenan… otros ríen y ríen y parece que nada los inmutara…
A todos los juiciosos, los ruidosos, los
callados, los distraídos, los llorones, los comilones y a todos… muchas gracias
queridos estudiantes porque todos los días me recuerdan por que el colegio es
la edad más importante porque es allí donde se forman las bases de la vida…
gracias por retarme cada día… y por hacerme descubrir que después de todo…
todavía hay mucho amor para dar y muchas cosas por aprender…
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