“Solo hay tres voces dignas de romper
el silencio: la de la poesía, la de la música y la del amor”
Amado Nervo
En este mundo cada día
más saturado por el ruido de los medios de comunicación, las redes sociales y
la vertiginosa cotidianidad de las ciudades muchos han invocado el silencio,
como espacio para la necesaria reflexión sobre el sentido de nuestras vidas y del
mundo en que vivimos. El silencio como espacio de tranquilidad y encuentro con
nosotros mismos en la paz de la naturaleza y de lo esencial ha sido invocado
por muchos como lo hace Nervo en la cita que da inicio a estas palabras. Sin
embargo, el propósito de este escrito es otro.
El silencio reflexivo
y creativo, ha sido sustituido por uno cómodo y conveniente, con el que
pensamos asegurarnos. Silencio cómplice que nos
retribuye cierta estabilidad en un mundo cada vez más amenazante, donde se ha
naturalizado la explotación y la violencia. Cada vez impera más la idea que
debemos callar para no hacernos a un mal rato, que de nada vale expresarse de
forma inteligente y crítica frente a cosas que no podemos cambiar porque siempre han sido así.
Además de cómplice, este
es un cómodo silencio que permite esconder la ignorancia de quienes posan como ilustrados,
ecuánimes y omniscientes mientas se apostan al lado del establecimiento. Es la
falsa cientificidad objetiva e imparcial tras la cual se esconden los
tecnócratas para pretender explicar un mundo perfecto mediante estadísticas y
fórmulas de mercado que admiten la desigualdad y que simplemente descalifican
los cuestionamientos de quienes han permanecido despiertos y contestatarios, tratándolos
de fanáticos de ideologías trasnochadas o mamertos.
Siendo así uno entiende
muy bien porqué últimamente el silencio lo interrumpe sólo el elogio a la
estupidez y la banalidad que se venden como sentido del humor y escape a la cotidianidad.
Lo cierto es que lo que más les conviene a los modelos de dominación al
servicio de los intereses de los grandes capitales es este silencio, producto
de la ignorancia, las conveniencias y el acomodamiento.
Por todo lo anterior es
esta terca y perniciosa idea de enseñar a los estudiantes a romper su silencio
con una voz de inteligencia y cultura, libre de prejuicios y discriminaciones,
esta revista una vez más los invita a compartir este espacio como momento de
emancipación y ejercicio de libertad. Sólo mediante la construcción de sus
propios discursos podremos abrir el espacio para el reconocimiento de nuestra
identidad y reclamar un lugar como propio.
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